Los amores tortuosos comenzaron muy pronto en mi infancia. Siempre tuve desde el punto de vista sentimental cierta tendencia funesta a complicar las cosas. Y aunque no puedo culpar a las novelas de caballería como Alonso Quijano, definitivamente en esta hipersensibilidad debieron tener algo que ver mis abundantes lecturas desde la enseñanza primaria.
El romance más intenso de mi primera edad escolar fue sin dudas aquel competitivo triángulo amoroso que protagonizamos Early —mi mejor amigo—, Judith y yo, en aquel lejano quinto grado.La precisión obedece a que en ese curso debí trasladarme de escuela, porque aquella donde comencé mis estudios pasó a ser una preparatoria para los estudiantes que tenían aptitudes deportivas, y ustedes ya saben por una historia anterior que, en tales circunstancias, yo no tenía nada que hacer allí.

Así que fui a dar a otro pequeño centro escolar en la calle Zanja, que llevaba el nombre de Tamara Bunke —la mítica guerrillera argentino—alemana de la columna boliviana de Ernesto Che Guevara—, junto con el grueso de mis compañeros de aula. Esta era otra vieja edificación del populoso municipio de Centro Habana, pero mucho más pequeña, hasta el punto de que solo tenía matrícula hasta el quinto grado, lo cual fue tal vez la razón de que luego desapareciera como escuela, pues hoy en día allí radica un comité municipal de la Central sindical cubana.
Early fue uno de los amigos más queridos de mi infancia. Casualmente esta estrecha relación fue la causa de una breve e intempestiva reprimenda de mi padre, que quedó en la memoria como la primera y más inquietante manifestación de homofobia que sentí en la niñez. Fue un día poco usual en que estudiábamos en mi casa, porque la mayoría de las veces yo iba a la de mi compañerito, que por ser en la amplia avenida de Reina, no sufría de los apagones que con frecuencia padecíamos quienes vivíamos en las manzanas interiores del barrio de Los Sitios.
Seguramente ya habíamos concluido las tareas de la escuela, y nos pusimos a jugar de manos en el rústico sofá de la sala del minúsculo apartamento donde vivía con mi familia, a hacernos cosquillas en el cuello o algo así, pero en aquel retozo inocente nos empujábamos y casi estábamos uno encima del otro. Mi padre, un obrero de muy pocas palabras que casi nunca intervenía en mis rutinas, ese día me regañó casi violentamente: “los hombres no están con esos toqueteos”, dijo palabra más, palabra menos.
Para mí fue un choque emocional imperecedero. Nada estaba más lejos de mi mente en aquella edad que alguna interpretación sexual de tales juegos, pero la reacción de mi papá me situó ante la evidencia de lo prohibido, lo inadmisible, lo intolerable para el comportamiento de un varón: tengo la extraña sensación de que esa tarde, en ese preciso instante, comencé a asumir —en la forma terrible de un sinuoso temor— mi homosexualidad.
Esto debió suceder mucho antes del mencionado quinto grado, porque Early era de los que estaban en mi aula desde el preescolar y me acompañaron a la nueva escuela. Aquel curso fue para mí en extremo significativo, entre otros motivos porque de cierto modo también comencé a ganar independencia, ya como un niño “grande”, que iba y venía solo de mi casa, visitaba a algunos amigos y deambulaba discretamente a la salida de las clases.
También ese año sostuve mi encuentro inicial con la muerte, primero como un juego y luego en forma de amarga realidad. Aunque no es el centro de este relato, me gustaría explicar someramente esta digresión.
A solo una o dos cuadras de la escuela había no una, sino dos funerarias. Como siempre estuve en régimen de seminternado, almorzaba en algún comedor escolar de la zona, y a veces podía salir o me escapaba de la escuela para comprar en alguna casa del barrio un pirulí, una melcocha —eran dulces hechos con azúcar y saborizantes— o algún durofrío.
Todo daba bastante sed, y como en aquellas lúgubres instalaciones había bebederos de agua fría, algunos de los niños más decididos nos escurríamos en sus salones para rellenar nuestros pomos o cantimploras, no sin cierta aprehensión por la proximidad —apenas intuida— al misterio de anónimos cadáveres y ese olor peculiar de flores y desinfectantes que inunda tales edificaciones.
Pero por desgracia, en ese curso también murió un niño de mi escuela. Era de algún grado inferior al mío y sufrió un horrible accidente, al caer en la cisterna de agua de su edificio, donde pereció ahogado. Todos los estudiantes fuimos con nuestros maestros al velorio, y desfilamos frente al féretro.
Me asomé al cristal del ataúd con una mezcla de curiosidad y de tristeza, aunque tal vez esta última era algo impostada, porque yo ni siquiera lo conocía bien, aunque sí era consciente de lo dramático del suceso y del cambio de dimensión que ese hecho producía en mi comprensión de la muerte, hasta ese momento una posibilidad abstracta que ahora por primera vez descubría en un rostro concreto.
Pero volvamos a la historia de amor. Durante aquel quinto grado entró en escena la bella Judith, una niña de pelo largo y expresivos ojos negros que nos arrebató al mismo tiempo a Early y a mí, y por cuyo amor luchamos encarnizadamente en episodios que transitaron desde lo melodramático hasta lo cómico.
Porque todavía en aquel tiempo yo era capaz de enfrentar en el campo de batalla sentimental a cualquier rival interpuesto en el camino, incluyendo a mi mejor amigo. Esta es la época que inspiró tal vez esos dos viejos versos míos que siempre vuelven a mi mente con una recurrencia pertinaz: “Cuando yo era valiente las edades/ saltaban de inocencia en mi cama”.
Y sí que me atrevía yo en ese entonces. Había entre nosotros dos una constante pugna más o menos desembozada, cuya manera de manifestarse era a través de pequeños acercamientos e insinuaciones a nuestra quimérica amada, detalles que a un adulto podrían parecer intrascendentes, pero que a nosotros a esa edad nos parecía el non plus ultra del amor terrenal. Estos rituales empezaban en el aula, pero tenían también otros escenarios. Los juegos en un parque cercano, a donde íbamos en la sesión de la tarde, comenzaban a ser ya no solamente un entretenimiento cándido, sino una sutil lucha por sacar alguna ventaja en nuestras “aspiraciones”.
En particular había un divertimento ciertamente “peligroso”, y que nos gustaba a todos: una rueda de niñas y niños que tomados de las manos girábamos alrededor de uno de nosotros mientras cantábamos esta tonadilla: “El conejo está en la cueva/ y es la hora de salir/ y besará a la que le guste más” (o “al que le guste más”, si en el centro estaba una hembrita). Entonces esa pequeña o pequeño que estaba al centro escogía a alguien de su preferencia en el círculo formado a su alrededor y le daba un beso en la mejilla, con lo cual el afortunado o afortunada pasaba a ocupar el puesto dentro de la ronda, y así sucesivamente.
Como comprenderán, estos instantes eran definitorios para establecer de modo fehaciente las preferencias afectivas de quienes así jugábamos, y la disputa por aquellos ósculos castos llevaba detrás una tensión sensual y un sentido de conquista innegables. También lo fueron otros sucesos no menos trascedentes para mí, como tomar la iniciativa de visitar la casa de Judith y presentarme yo mismo ante sus padres, antes de que Early ni siquiera lo pensara. Este fue un tanto a mi favor, porque conllevó además a violar una vieja prohibición de mi mamá, de que bajo ningún concepto, yo debía cruzar solo la avenida de Reina, cuyo abundante tráfico era un obstáculo para llegar a su hogar.
Me adelanté además al conseguir irme de vez en cuando con ella, en el viejo automóvil norteamericano del papá de Judith, hasta la escuela. Y el súmmum de la felicidad lo alcancé hacia los finales de ese curso, cuando yo iba a recogerla todos los días para ir juntos a los exámenes finales.
No obstante, uno de los pasajes más divertidos ocurrió la vez que organizaron en la escuela cierta competencia de baile, materia que siempre tuve suspensa —a lo cual ya hice alusión alguna vez, aunque quizás en otro momento le dedique una de estas crónicas de modo íntegro. No obstante, por aquello de que a quien no quiere caldo le dan dos tazas, desde la Primaria siempre me perseguían los grupos de danza como una fatalidad ineluctable —como el de la fotografía que ilustra esta historia—.
Pero esa vez era mucho peor incluso, porque la idea era una lid entre parejas de baile, con música popular y tradicional variada, en la cual eliminaban progresivamente al dúo que no dominara algunos de los ritmos que pondrían por sorpresa. Cuando la maestra pasó una hoja en blanco para que escribiéramos a quién queríamos tener como pareja en la competencia, la suerte hizo que a mí me correspondiera seleccionar antes que a mi amigo Early, y por supuesto que me apresuré a anotarme como el flamante compañero de baile de Judith, solo para evitar que él lo hiciera.
El problema vino después, claro. Porque yo no sabía ni dar un paso. Por fortuna, como la vida premia también al valor, la madre de Judith tuvo la genial idea de invitar a su casa a varios de los involucrados —incluyendo a mi rival— para enseñarnos los principales géneros bailables.
Fue la mayor satisfacción que extraje de aquella aventura, estar en aquellos repasos en el hogar de mi disputado amor, cercanía que para mí era ya suficiente premio. Porque no aprendí mucho, por supuesto. Prácticamente nada. Y la competencia fue un desastre para nuestra pareja —por mi culpa, claro está—, pero logré que Judith no bailara con Early, y eso ya de por sí constituyó mi gran victoria personal de fiero y celoso enamorado.
CONTINUARÁ
Me gusta lo sincero que eres,Paquito,y me ha gustado la manera en que expones aquellas experiencias que tuviste.Pero cuando dices que:»tengo la extraña sensación de que esa tarde, en ese preciso instante, comencé a asumir —en la forma terrible de un sinuoso temor— mi homosexualidad.» ,se me ocurre pensar que de haber sido asi ni siquiera hubieses luchado despues por el amor de Judith.Aunque Early significa ‘temprano» en ingles,creo que ese no fue el momento en que tuviste conciencia de tu homosexualidad.Hubiese estado de acuerdo contigo si hubieras escrito que en aquel momento » tuve conciencia de lo que la homosexualidad es»,que es otra cosa.No lo experimentaste psicologicamente en aquel momento,ni tampoco fisicamente.Me comprendes?
Yo soy hetero,me encantan las mujeres,pero si extrapolo con las debidas distancias tu relato,algo asi me paso cuando comprendi por primera vez que un varon y una hembra pueden ser mas que amigos.
Rodolfo: podría ser como dices, interpretar viejos recuerdos siempre es complicado, entre otras cosas porque al final uno los rememora a la luz de los acontecimientos posteriores, por eso me resulta tan llamativo que aquella escena nunca se me olvidara. Es solo una posible lectura de aquel hecho.
Los sargentos recogen las bandejas vacías, tan limpias por las lenguas de los detenidos que no hace falta fregarlas.
El sonido de la última puerta al cerrarse deja un silencio que los hace sentir más presos, y el aire, escaso y caliente, provoca asfixia.
Ningún detenido se atrevería siquiera a alzar la voz para evitar que lo lleven a la celda de castigo porindisciplina. Los sargentos caminan lentamente y se detienen a espiar tras las puertas y a escuchar qué hablan los presos cuando la abulia y el desespero por el encierro les provoca un febril estado de ansiedad que vuelcan en habladurías, para luego delatarlos con los instructores.
Cuando el silencio parece eterno, algún mecanismo sádico hace que la noche se detenga y dure más de lo acostumbrado; y llega un susurro, una palabra rechinando en las puertas metálicas, resbalando en el piso como un vaso de agua; y los detenidos se asustan porque conocen bien las voces de cada sargento, los pasos, la forma en que dejan caer las botas mientras caminan, cómo carraspean y hasta sus ronquidos. Por eso, desde sus celdas, todos quedan intrigados porque no pueden descifrar de quién es aquella voz que escapa como un lamento. Esta vez no es alguien que sueña y clama por un ser querido o grita el nombre del instructor para que no se le acerque, ahora alguien grita desde una celda y cada palabra pronunciada toma fuerza; primero no se puede escuchar qué dice, luego se entiende algo como «tengo hambre».
Los sargentos pasan de prisa por delante de las celdas, buscando, como perros con rabia, de dónde sale aquella voz; abren una ventanita, le dicen que se calle, pero el detenido habla, y por el orificio de la puerta escapan las palabras con mayor nitidez, perdone, sargento, pero no sé cómo soportar el hambre, no puedo aguantar, perdón mil veces, pero yo he sido siempre un hombre de buen apetito; los guardias siguen aconsejándole que mejor haga silencio, que si continúa le va a ir muy mal; el preso comienza a suplicar, y la súplica se convierte en llanto. Le advierten que después no van a poder hacer nada cuando quieras parar, ahora estás a tiempo; pero el detenido llora como un niño y pide perdón, nunca fue un hombre de problemas, nunca lo he sido, por favor, entiéndanme.
Se escucha el sonido del candado y luego de los cerrojos que se abren con violencia, después, el
chirrido de las bisagras. El pánico del hombre aumenta, su llanto se acrecienta mientras las voces amenazantes de los sargentos lo interpelan; ruega que no lo golpeen; y los guardias, que entonces se calle y se retirarán y no habrá problemas; le insisten en que comprenda que le están dando más oportunidades de las que acostumbran, pero el detenido asegura que no lo entienden, el problema radica en que no puede soportar el hambre, es algo que no está en mí, no sé cómo controlarla.
Se escuchan algunos golpes y luego el llanto. Los sargentos le preguntan si se va a callar finalmente, y el preso en medio de su llanto incontenible explica que con un pedazo de pan viejo es suficiente, que un poco de raspa le basta o un trozo de boniato. Los guardias comprenden que ni siquiera los golpes lo harán callar y deciden llevarlo a la celda de castigo. El llanto se convierte en gritos de pánico, al chinchorro no, por favor, allí no. Y los sargentos forcejean para inmovilizarlo y poder trasladarlo. El detenido gira el cuerpo, lo encoge para luego estirarlo como un resorte y escapar de las manos de los carceleros, hasta que ya no puede hacer más movimientos y lo conducen a rastras por delante de las celdas. Va llorando y pide disculpas, no quiere que lo tomen como un antisocial, es un hombre bueno, pero de mucho apetito, ese es su único delito. Al chinchorro no, tengo miedo, dice. Le quitan la ropa, como establece el castigo, lo echan dentro de la celda y la cierran; pero los soldados saben que no han
hecho mucho, el detenido continúa pidiendo comida porque es un hombre de buen apetito, está convencido de que esa excusa basta para que lo comprendan.
Los sargentos abren la celda, le advierten que si sigue alterando el orden se van a poner muy furiosos. Pero nada hace que se calle, pide comida una vez tras otra. Uno de ellos entra desesperado y lo golpea muchas veces hasta darse cuenta de que no se callará mientras tenga conocimiento. Otro soldado trae un juego de esposas para las manos y los pies y un poco de vendas para taparle la boca. Forcejean un rato hasta que se deja de escuchar la voz del detenido. Después cierran la puerta de un tirón y por los pasos de los sargentos y la manera en que dejan caer las botas, los detenidos deducen que están cansados. Vuelve el silencio, un silencio que habían olvidado por varios minutos.
Al amanecer, abren la celda de castigo. Nadie ha podido conciliar el sueño pensando en el hombre del chinchorro, en la humedad del piso bañado por esa gota de agua que inevitablemente cae desde el techo y choca contra su cuerpo; saben que es insoportable permanecer un día completo allí.
Cuando le quitan la venda de la boca todavía llora, ahora con menos fuerza, pero aún se puede escuchar su voz: tengo hambre, por favor, soy un hombre de buen apetito.
Ángel: no me gusta la literatura carcelaria, es solo un lugar común en las fantasías de algunos homosexuales.
Oye Paco, hasta ahora va bien el relato pero empieza a parecer una novela brasileña que tiene mil capítulos, entra cuanto antes en materia compadre.
Sigue escribiendo que disfruto mucho tus crónicas y muchas felicidades por la presentación de tu blog…te la comiste con esas palabras.
Samuel: gracias, amigo. Yo pensé que iba a ser un solo post de mi historia sentimental, y resulta que solo voy por la primaria después de dos largas crónicas. Es que me embullo con los recuerdos 🙂
Comiquísimo tu papá.
Oye, pero con Early no fue realmente un amor homosexual.
Todos los niños hacemos ese tipo de cosas.
Tengo un amigo homosexual que dice que en cuarto grado se enamoró del profesor de educación física, igual que las niñas del aula.
100%: Estoy claro de lo que dices; pero ese miedo a hacer o querer algo que no me estaba permitido tal vez fue definitorio.
Brutal Fest 2010 Cuba: la gran fiesta del Metal en Cuba
Hace dos años, el 31 de mayo de 2008, tuvo lugar un suceso sin precedentes en la historia del rock en Cuba. Ese día, en el escenario del Salón Rosado de La Tropical, se presentó una decena de agrupaciones del metal nacional para promocionar el lanzamiento del recopilatorio «Not Salsa, Just Brutal Music» editado por el sello francés Brutal Beatdown Records. El concierto devino en una verdadera fiesta, denominada precisamente Brutal Fest, la cual fue posible gracias al esfuerzo mancomunado del sello discográfico y la Agencia Cubana de Rock (ACR). La asistencia de más de 6000 seguidores del género y el éxito logrado a nivel organizativo, fueron razones para concebir la posibilidad de repetir la experiencia.
Como resultado de la colaboración entre la ACR y Brutal Beatdown, la segunda edición del BRUTAL FEST, correspondiente a este 2010, tendrá lugar durante los días del 2 al 7 de septiembre. A partir del jueves 2 hasta el domingo 5, los conciertos se realizarán en el teatro Maxim -sede de la ACR-, que se encuentra ubicado en calle Bruzón número 62, entre Ayestarán y Almendares, municipio Plaza de la Revolución. El día 7, el Brutal Fest trasladará su escenario hacia la ciudad de Pinar del Río. En esta ocasión participaran seis bandas extranjeras- Cardiac, Sedative, Deadly Sin Orgy, F.O.A.D., Destronork y Stortregn y cuatro bandas cubanas: Escape, Combat Noise, Ancestor y Jeffrey Dahmer.
Con el apoyo de la Embajada de Francia en Cuba, Havana Club, Cuba Autrement y Los Portales.
Detalles del evento:
• Sitio web del Maxim Rock/Agencia Cubana de Rock: http://www.maximrock.com
• Sitio web de Brutal Beatdown Records: http://www.brutalbeatdown.com y http://www.davidchapet.tumblr.com
• Festival Brutal Fest 2010 Cuba en Facebook: http://www.facebook.com/pages/Brutal-Fest-2010-Cuba/100809576639995
Nota mia: Paco podias hacer el grandisimo favor de publicar esta noticia en la edicion impresa de tu periodico, es mas facil para darla a conocer al publico general.
Gracias Paco
Polanco: yo no soy el dueño del periódico, pero le diré a los periodistas del equipo de cultura para que se interesen. Gracias.
Hace muchísimos años -hablo de la década del setenta- yo trabajaba en el Minint, pero la fachada de mi unidad militar era del Minfar y por tanto a todos los efectos externos trabajaba en el ejército. Una guagüita me recogía por la mañana y me dejaba por la tarde en la Playa de Marianao, y al costado de la pizzería Mare Aperto hacía la cola de la 79 y la 179 para regresar a casa. Como desde que tengo memoria el transporte ha sido crítico, me armaba de paciencia y de un libro para esperar. Una tarde en esa cola leía una biografía de Trotski y se me acercó un oficial; todavía no habían cambiado los grados para el equivalente de los de nuestra extinta hermana, así que les hablo de un capitán de los de antes, y con tono entre autoritario y condescendiente, me preguntó que cómo leía aquel libro. Yo sabía por mis círculos de estudio del revisionista y traidor y quería saber más. Esa razón le di al capitán que esperaba mi respuesta con mirada penetrante. Por él supe que Trotski era lectura prohibida para los miembros de las Fuerzas Armadas; hasta donde yo sabía, esa medida no era aplicada en el Minint. Un tiempo después me asusté en serio leyendo China, el otro comunismo, otro oficial, o el mismo, no sé, me preguntó hasta el número de mi unidad militar, preocupado sin duda por la pureza ideológica de los combatientes, allí donde tan mal se informaba del Index a los subalternos. A partir de aquel segundo incidente comencé a forrar los libros.
Hay más. Por aquella época y hasta 1979 las guaguas transitaban por la 5ta. Avenida, y muchas veces desde la guagua me extasié con el porte regio de dos galgos rusos paseando el tramo entre la calle 42 y la calle70 por el amplio paseo central de 5ta, unas veces con una mujer, que indudablemente paseaba los perros como una obligación; otras con un hombre alto, que pudiera haberme pasado inadvertido de no ser por los borzhoi. No fue hasta ahora que vine a saber que aquellos perros eran Ix y Dax, los mismos de mi novela, de la novela que Leonardo Padura escribió por mí.
Amor a los perros
El hombre que amaba los perros, a semejanza de su anterior La novela de mi vida, está narrada en tiempos diferentes y con personajes dispares que el narrador confabula con un denominador común: el amor a los perros. La elección de los personajes históricos no pudo ser más fuerte: Trotski, un nombre pronunciado entre susurros para hablar de sus escritos y en voz alta para denostarlo, visto en la novela como un hombre derrotado pero no vencido que algo me recordó al pescador Santiago de Hemingway.
Mercader, el asesino, un hombre puesto incondicionalmente al servicio de una causa, juguete de una fuerza incapaz de comprender, pero a la que se entrega posponiendo (o anulando) las dudas. Un engendro incómodo del que deben quedar registros secretos, no como el súper agente, sino como el objetivo de trabajo de los que vinieron después. Moscú confía, pero verifica… Sin embargo, terminé por sentir pena de ese hombre solitario e indeseado, potentísimo personaje, y más potente, por menor, la madre, de esa raza que como no entiendo le tengo miedo: esas madres que lejos de proteger a sus hijos los exponen con peculiar sentido del deber. Agradezco a la mano que escribió por mí los espléndidos retratos.
La vida de estos dos hombres me recuerda, como sólo el arte lo logra, cómo desde fecha muy prematura la revolución rusa y el movimiento comunista en general, se contaminaron con las miserias humanas, y el concepto revolucionario llega hasta nosotros adulterado y envilecido, maridado con el inmovilismo, la complacencia y el culto a la personalidad. Ya sabemos lo que puede engendrar el sueño de la razón.
Y si mi desazón no fuera suficiente, se arroja luz sobre un capítulo desconocido para mí sobre las relaciones de los servicios especiales de la Unión Soviética y la República Española, una página infamante más sobre la que en Cuba prefiere guardarse silencio bajo la cómoda filosofía de evitar la destrucción de la historia.
El tercero de los personajes, Iván, el ahistórico, el antihéroe, el miedoso, el pusilánime. Quizás demasiados reveses para un solo hombre, pero Iván es una época, una generación, un país. Su historia personal es la historia de un fracaso colectivo. Y podrá parecer desmesurado en su desgracia, pero, ¡tan real! Y con economía de personajes, las pinceladas necesarias para que un lector desprevenido, o un lector del porvenir, entrevea las sombras de la Revolución Cubana. Iván se fue haciendo entrañable, familiar, hasta volverse uno conmigo. Llevo a Iván en mi ADN. En una simbiosis intensa puso en palabras todo mi desencanto, el sentimiento de estafa, la sensación de pérdida de pureza, ese vacío que deja la confirmación de que los Reyes no existen.
La trama va en un crescendo a la manera de las tragedias, los personajes signados por el fatum, condenados al desastre y abocados y vocados para ese desastre.
Hace muchos años que no apuraba un libro con la avidez que en mi juventud motivaban (u obligaban) aquellos best sellers, los primeros que conocí: Papillón, Chacal. El libro que ahora me mantuvo en vilo –y en vela- no sé si clasificaría para superventas, pero es un libro que todos los cubanos de entresiglos deberíamos leer.
Y no es un libro perfecto, la trama del personaje cubano, la que por cercana más me impresionó, aunque para mí es la menos lograda, me dejó una congoja incontrolable. Pero cuando uno le dedica a un libro hasta sus horas de sueño por llegar al final, no importan las imperfecciones. Ya lo dije: leí mi libro. Por eso mismo no puedo evitar mi disgusto con Padura cuando me engaña con una tirada sólo aceptable en un Félix B. Caignet: sentía que reventaría si no exprimía de una buena vez el pus que se me había enquistado en el grano del miedo. Es una frase impostada en el personaje e insólita en el narrador que se ha caracterizado por una prosa limpia que tanto debe a su oficio de periodista.
La edición, prestada y devuelta con gran pesar, es de Tusquets. Creo que los libros españoles de Leonardo Padura siempre han visto su edición cubana. Con esta novela, no sé, muchos lectores por acá van a mirar por encima de las páginas del libro y van a preguntarse si valió la pena, así como yo, que no puedo evitar, como en las tragedias clásicas, la catarsis mientras se me hace borroso esto que escribo.
Nuevo Vedado-Mantilla verano de 2010
Regina casi logra, con su pendenciera y descuidada prosa de exmilitar converso, el milagro de que no queramos leer una novela de Padura. Pero no lo logró, en cuanto me caiga en la mano, la leeré.
Agarró la misión por varias razones: le pondrían 50 cuc mensuales en un banco en Cuba, podría adquirir los equipos electrodomésticos que tanto había necesitado durante toda su vida, le compraría a sus hijos ropa y además, saldría del maldito policlínico ese que le estaba acabando la existencia.
Sabía que Venezuela era un país bastante violento e inestable políticamente, pero la delegación cubana de seguro estaría bien protegida, supuestamente eran prioridad. Los ubicaron en las afueras, una zona pobre y con mucha delincuencia. Nadie le advirtió que nada más llegar le sería retirado el pasaporte y se quedaría indocumentada. Trabajó mucho, descubrió que los venezolanos en su mayoría sienten lo mismo que los cubanos: la política les ha partido en dos la sociedad.
Sufrió los odios de un pueblo que, al igual que el suyo, perdió las riendas de su futuro. Descubrió que la paranoia no tiene fronteras y que el miedo también viaja en los aviones. Un compañero suyo murió en una reyerta entre bandas del barrio. Pidió regresar a Cuba pero el compromiso era imperecedero –como el partido comunista- y eso de estar deprimida no es consecuente con la solidaridad entre los pueblos. Todavía no puede regresar y para consolarse se da terapia cada mañana frente al espejo: 50 cuc , 50 cuc, 50 cuc.
Claudia se cuida muy bien de decir lo que hace la otra parte de la sociedad partida en dos, mientras una de ella intenta llevar salud a «una zona pobre».
La mayoría de las viviendas que se levantan en La Habana por esfuerzos privados tienen algo en común: parecen obra de fantasmas.
A medio hacer, de día o de noche, casi siempre se les ve en ausencia de constructores y sólo un cartel —muchos con pésima caligrafía sobre cartones mugrientos— da fe del permiso de licencia otorgada por el Estado.
«¡Qué quiere usted, si esto es a machetazos!» La respuesta del señor González es ríspida, tal como corresponde a un hombre frustrado. Hace siete años que levanta su «casita» en un reparto del extrarradio de la ciudad. Sala-comedor, baño, dos cuartos y un patio. Todo eso metido en apenas veintitantos metros cuadrados. Sus tres hermanos, emigrantes del este del país, le «echan una mano cada vez que pueden».
González es un hombre orquesta. «Nunca me ha faltado curralo [trabajo], pero la cosa no está fácil».
Zapatero, albañil, pintor de fachadas, electricista empírico, amolador y mandadero, son algunos de los oficios para «ganarme cuatro pesos». Su esposa, maestra de profesión, abandonó el empleo para lavar y planchar a una clientela de Miramar. «Ganaba el doble». Cuando los pedidos declinaron, comenzó en el negocio de vendedora a domicilio. Especialidad: Sábanas y toallas sustraídas de hilanderías y almacenes. Por temor a la policía, no vocea su mercancía.
Día a día, González y su esposa improvisan sus vidas. Son inmigrantes, porque «a oriente no llega el progreso». El menor de los hijos permanece en Bayamo con su abuela materna. Espera a que sus padres finalmente terminen la vivienda para reunificar a la familia. El mayor hace el segundo año de servicio militar en La Habana. La pareja, mientras tanto, pernocta separada, en casas de parientes. Hace un año, González fue preso por comprar materiales en el mercado negro. «Dormí una noche en el calabozo. Un chivatazo. Me decomisaron diez sacos de cemento. No tenía papeles y tuve que pagar una multa. Eso me atrasó mucho». A veces duerme en la obra, sobre un jergón en el piso. Otras paga a alguien el servicio de vigilancia. Teme que lo «canibaleen» [le roben].
La contracara del asunto: el Estado
En abril último, el gobierno decretó la flexibilización en el otorgamiento de licencias denominadas por esfuerzo propio. «Muchas construcciones que no tenían solución ahora puedan encauzar su camino», declaró, triunfalista, el director de arquitectura del Instituto Nacional de la Vivienda, Roberto Vázquez.
La nueva normativa otorga licencias a los propietarios de terrenos o de azoteas, «amparadas por un proyecto» y que «no comprometan la estabilidad del edificio», precisó el funcionario.
Se asigna «un nivel de metros cuadrados en correspondencia con el núcleo familiar» y, tras obtener el permiso, las personas podrán comenzar las obras «automáticamente».
El proceso de solicitud de licencias de construcción para viviendas se realiza en el Departamento de Control Territorial de las Unidades Inversionistas, con sedes en los 169 municipios del país.
Durante una gira por el oriente cubano, en enero de 2009, Raúl Castro santificó la autorización de construir casas a partir de acciones personales. «No prohibir (…). Y que hagan su casita con lo que puedan», manifestó el General en medio de aplausos.
Número de licencia de construcción, en la puerta de una vivienda. (DDC)
Hasta hace unos meses, los permisos de construcción se otorgaban a un número limitado de casos y tras un largo avatar burocrático. Tal política fomentaba la venalidad de funcionarios que vendían los permisos y las construcciones ilegales, sobre todo en zonas poco fiscalizadas.
El último informe del Instituto Nacional de la Vivienda precisó que el Estado planea edificar cada año hasta 60.000 casas, así como conservar y rehabilitar cerca de 500.000 de forma anual hasta 2015. La fuente añadió que a partir de 2011, según «la disponibilidad de recursos materiales y financieros, comenzarán a incrementarse los niveles de construcción, principalmente con esfuerzo propio».
El propósito es que a tal ritmo, en 2020 los cubanos tengan vivienda propia, al menos el 90 por ciento de los necesitados. Los planes estatales de construcción de viviendas han venido recortándose año tras año, desde que en 2005 se anunció por el entonces vicepresidente Carlos Lage un programa de edificar 100.000 viviendas anuales. En 2009 sólo se entregaron 20.000 de las 32.000 planificadas.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas, el país reportó un descenso de 4.5 por ciento de la actividad de construcción en el primer semestre del año, viéndose afectados sectores políticamente estratégicos como Educación y Salud.
La ley del dinero
En los mercados de materiales de construcción, conocidos como rastros, escasean las ofertas. «No hay cemento, no hay arena, a veces sacan bloques o cabillas, pero vuelan», se queja González. «Hay que ser de la mafia y yo estoy fuera», alude a las relaciones de clientelismo que se implantan en tales almacenes estatales.
En las tiendas en moneda dura, una bolsa de cemento de 50 kilos cuesta cerca de 7 CUC, más de la tercera parte del salario promedio en la Isla. En el mercado sumergido, similar cantidad, no empacada y previsiblemente de menor calidad, cuesta 4 CUC, o su equivalente en pesos.
«Lo que hay que tener para fabricar en Cuba yo no lo tengo. Plata, mucha plata», sentencia este bayamés de 44 años tocado con una desvencijada gorra que alguna vez fue blanca. González ha visto como «de la noche a la mañana» se construyen biplantas con todo «de primera» en medio de la capital. «¡Y no me digan que tienen todo en regla!», protesta.
De acuerdo con González, el dinero compra el silencio de los inspectores y hasta de cierta policía que mira hacia otro lado «cuando llega un camión y descarga ladrillos o llega una mezcladora de cemento y con una brigada funden placas de treinta o cuarenta metros cuadrados a la cara» del vecindario.
«Estoy cansado. Tanto luchar y total para qué. No sé si algún día viviré junto a mi familia», dice, sacudiéndose las manos llenas de cal
Hay muchas historias terribles en relación con la vivienda, y también otras felices. Pero entiendo por qué los críticos de la Revolución siempre optan por las primeras, es su trabajo. Por eso si un funcionario explica una medida positiva, le llaman enseguida «triunfalista».
Perdón, el comentario lo envié sin terminarlo.
Lo que pasa es que en Vivienda lo que está mal no son casos puntuales o historias terribles o felices.
En Vivienda hay un problema estructural y se llama «Ley Especial de la Vivienda».
Esta LEV prohibe un montón de cosas que son habituales en cualquier país, en Cuba antes o en Cuba con otros artículos.
Cuando prohiben algo que es habitual, pero no pueden meter preso a nadie por hacer lo prohibido pues pertenece al ámbito de lo Civil, tienen que crear un ejército de inspectores, supervisores de los inspectores, departamentos, jefes, secretarias, choferes, abogados, asesores, direcciones, subdirecciones, ministerios, etc.
Como prohiben, pero no crean alternativas para solucionar lo necesario, hay que acudir a los encargados de hacer cumplir la prohibición para que «miren a otro lado» y no vean nuestro incumplimiento.
Entonces, esto no se trata de casos buenos o malos. Se trata de que Vivienda es un ente putrefacto desde su misma concepción. Nació podrida.
Lo mejor que puede pasar al tema de la vivienda en Cuba es que anulen la Ley Especial y la vivienda pase a ser tratada como un objeto del derecho civil.
100%: es Ley General de la Vivienda, creo. Pero concuerdo que tiene muchas mataduras, y es de las cosas que se deben reformar, porque obedeció a otro momento superado, y su funcionabilidad es muy cuestionable hoy.
Paquito,
Quien sabe si ese comentario de tu papa atrajo tu atencion hacia ese tema. Irte de frente y decirte esas cosas en tu cara, como si fueras un adulto, fue definitivamente una mala estrategia a largo plazo.
La cosa no es tan sencilla como decir que tenias impulsos homosexuales desde chiquito. Es mucho mas compleja que eso.
Estoy de acuerdo.
No hace mucho mi hijo veía comics en internet y de repente apareció un dibujo de Batman y Robin besándose.
Yo corrí a inventar explicaciones y él me mató con un tranquilísimo «Se están besando».
Pasó la ventana y siguió buscando lo que le interesaba.
¡Es muy triste, si señor! Te dejan un vació tremendo y sientes como que algo se te rompió por dentro.
En todas partes del mundo los amigos van y vienen, porque viajan. Se pierden por un tiempo y reaparecen, te llaman por el celular, le mandas mensajes, te responden. Pero, aquí en mi planeta, cuando un amigo se va, es como si se muriera algo dentro de ti. Sabes que en muchos años, quizá nunca lo vuelvas a ver. Tampoco dispones de celular para comunicarte con el ó ella. Ni qué decir de Internet, facebook, y todos esos maravillosos inventos que no están al alcance de la inmensa mayoría de nosotros.
A mí en particular, se me han ido casi todos los amigos, pero como soy muy obstinada, vuelvo a hacer nuevas amistades. No es cosa fácil, ante todo tienen que hablar tu mismo idioma (ya sabes), de lo contrario es muy difícil el diálogo.
Hace algunos años se me fue una de las amigas más queridas. Nos estuvimos escribiendo correos un tiempo, soñábamos con volvernos a tomar juntas un cafecito charlando aquí en casa, o en el Versalles, nos daba igual . Mi amiga murió y nunca pudimos cumplir ese sueño.
Ahora se nos acaba de ir un gran amigo. Estamos felices por él, pero ha dejado un vacío tremendo.
Esta situación se nos viene dando continuamente desde hace medio siglo. ¡Demasiado tiempo! Es hora ya que los familiares y amigos, al despedirse, porque van a viajar, no nos tengan que dejar con ese sabor amargo en la boca y esa terrible sensación de dolor en el estómago.
Rebeca: ¿Quién le dijo que los amigos «ante todo tienen que hablar tu mismo idioma (ya sabes), de lo contrario es muy difícil el diálogo»? ¿No se supone que personas como usted destilen «respeto a la libertad de expresión»?
Hoy, cuando debería publicar la última parte de mis textos sobre el periodismo cubano, una imposibilidad emocional me corta la intención. Porque hablar en este instante de otra cosa que no sea el paisaje lamentable que advierto en la ciudad del Himno, la atmósfera contaminada de dolor que cae hoy sobre este Bayamo de verano encendido, es traicionar la esencia cronista de mi blog.
La pequeña ciudad que habito está cubierta de gris. Un gris de hierro, de violencia. Es una ciudad atemorizada y expectante, cuyos nervios desde hace mucho no han conocido la paz.
Todo empezó con una muerte.
Como siempre, una muerte imposible de aceptar. Esta, menos que ninguna: la muerte de una niña de 13 años de edad.
Su cuerpecito fue encontrado entre arbustos, lacerado por los días, los insectos y la descomposición, un par de meses atrás. Una pequeña prostituta que murió en una habitación rentada, víctima de la sobredosis de droga que un turista italiano le hizo consumir.
Su historia sacudió a todos los seres de bien en esta ciudad. Nos dolió, nos duele, a quienes por sobre todo tenemos al humanismo como premisa de vida y comportamiento. Su destino (transportada en un auto, a medianoche, abandonada por el turista y cómplices cubanos a merced de perros carroñeros y buitres en ciertos parajes desolados) nos llenó de espanto al conocer, sobre todo, su corta edad.
En el momento de ser descubierta y fotografiada por el equipo policial, llevaba aún la falda amarilla del uniforme de secundaria.
A las autoridades les costó algunas semanas encontrar a los culpables. Las detenciones se sucedieron, una tras otra, sin final. Demasiados nombres bien conocidos estaban implicados de una u otra forma en el homicidio. Quienes hayan vivido en poblados de provincia, tienen idea de cuán explosivo puede resultar semejante caso en un entorno donde, de tan pequeño, todos terminan por conocerse.
A los culpables, les pusieron tras las rejas. A los responsables directos, a los indirectos, a sospechosos y a presuntos conocedores. Los frenazos de gomas, el chirriar de patrullas policiales se repetían en distintos puntos de la ciudad, a cualquier hora y frente a cualquier hogar.
Después, sobrevino la mortal inseguridad. Hasta hoy.
Porque todavía en este segundo en que escribo con sincero malestar, no han cesado las detenciones, los operativos, el despliegue de uniformados que a todas luces pretenden extender la justicia hasta planos que ya no sé si debemos apoyar. Me refiero a un escarmiento social.
Sucede que una triste realidad ha emergido desde las profundidades del caso. Una realidad donde varias menores de edad han vendido sus cuerpos impúberes a turistas depravados que lo menos que pueden inspirar, es desprecio y asco. Un panorama donde ya es comprobada la implicación de algunos familiares, madres incluso, que sabiendo la jugosa mercancía que eran las cinturas de sus niñas, les planchaban las ropas y se las entregaban recién bañadas al mejor postor.
Pero hay más lodo en este mar.
Porque ahora resulta que demasiadas detenciones nos hacen sospechar un ensañamiento social, un río revuelto que en este punto no pretende castigar a los culpables de tan horrendos delitos, sino que nos lleva a pensar en estrategias de otra índole y otra maldad.
Una estrategia que aprovecha la coyuntura, la opinión pública favorable, para barrer sin clemencia a los pocos adinerados de una ciudad pobre por definición, que muy poco o nada habían tenido que ver con hechos de esta naturaleza criminal. Se trata, evidentemente, de acabar con la prosperidad económica de unos pocos cuyas culpas no podemos definir si son ciertas, o si fueron fabricadas.
Hablo de dueños de Casas de Renta.
La niña murió en una de estas céntricas y cómodas casas, que los turistas escogen muchas veces por sobre los hoteles del Estado. La implicación del casero que permitió el alojamiento de un italiano con una cubana menor de edad, quienes solo somos espectadores (por fortuna) no podemos conocerla aún.
Pero tampoco sabemos cuáles argumentos justifican que durante varios días, a las cinco de la mañana se hayan detenido a otros cuatro dueños de Casas de Renta en operativos que paralizaban a la ciudad, estupefacta y atemorizada.
Los apresados, en esta ocasión, eran hombres y mujeres (incluso de avanzada edad, y con enfermedades severas) que salvo puntuales excepciones, hasta ese segundo habían mantenido un status social inmaculado.
Yo no puedo juzgar a profundidad. Yo solo me sumerjo en la realidad que nos envuelve, y de la cual ya es imposible escapar. Pero lo que tuvo lugar en la mañana del martes último, en esta ciudad de historia y festividad, no quiero aceptarlo como destino para nadie más. No creo que pueda ser saludable para un entorno social que ya extraña el oxígeno de la paz.
Antes de clarear el día los camiones y rastras se detuvieron, al unísono, frente a cinco de estos hostales particulares. Cientos de uniformados cortaron el tránsito de las calles, las avenidas, los parques aledaños. Los vecinos de estas zonas amanecieron en medio de ruidos desconcertantes que no alcanzaban a comprender de dónde provenían.
Aún al mediodía los encargados de la tarea montaban objetos sobre las rastras. Lo decomisaron todo.
Camas imperiales y refrigeradores. Sillas plásticas y de madera. Espejos de cuerpo entero, mesas de comedor, imitaciones de pinturas con marcos trabajados. Un jeep deportivo que engancharon a la parte trasera de una rastra. Antigüedades conservadas como reliquias ancestrales, modernos aires acondicionados. Cientos, miles de pertenencias que vaciaban el interior de las casas hasta dejarlas con un silencio de vértigo.
Cinco familias acababan de perder el patrimonio que tras décadas de herencias y compras, de sacrificios y privaciones, de negocios lícitos e ilícitos, habían conseguido atesorar para los suyos. Y lo más pasmoso: sin siquiera haber tenido un juicio aún.
Yo no sé el alcance verdadero de sus responsabilidades, y me niego a emitir juicios demasiado categóricos que a la postre puedan resultar infundados. Pero me atrevo a desempolvar a una Revolución Francesa donde el Incorruptible Maximilien Robespierre instauró su régimen del terror con pretextos de supuesta equidad y justicia social.
Me atrevo a desempolvar las palabras de otro francés, el tristemente célebre Joseph Fouché, cuando afirmaba con placer en sus cartas de informe: Aquí da rubor ser rico, palabras que el biógrafo Stefan Zweig desmentía diciendo que, en verdad, debieron aseverar: Aquí da pavor ser rico, por las acciones de sangre que sufría todo aquel que se presumiera más acaudalado que los demás.
¿Cuáles serán las consecuencias sociales de esta cruzada contra delitos que, para cerebros no ingenuos, cruzan las fronteras de lo penalizable y se confunden con estrategias oportunistas, de índole estatal? Eso no lo puedo saber, no lo puede conocer nadie a mi alrededor.
Esta vez confieso que el entramado a analizar supera mi intelecto, y me declaro un espectador más sin el criterio solidificado.
Pero en cambio, no puedo dejar de alzar mi voz, que es también la de toda una ciudad: un grito que es una bandera blanca para las autoridades de esta localidad.
No puedo dejar de decir que bajo esta inestabilidad social, en este ambiente pervertido de miedo, de excitación, de no saber si será el instante de huir por un delito no cometido, pero que puede surgir de repente; bajo este clima de película surrealista donde todo es posible, los bayameses honestos no queremos vivir más.
Permítanme repetir que todo es posible. Sí. Es posible, por ejemplo, que se extiendan de computadora en computadora, de flash memory a DVD, las imágenes horrendas del cadáver encontrado con su faldita de uniforme escolar, y más horror aún: el video con su necropsia. Ambos se filtraron desde las manos de los propios encargados de la investigación, hasta la población general.
Demasiadas veces he debido rechazar, con indignación, la propuesta de alguien que me ofrece estas evidencias para saciar una supuesta curiosidad. El morbo es una de las desviaciones humanas que más he aprendido a detestar.
Yo sé que semejante clima es imposible de sostener. Yo sé que la dialéctica diluirá en algún momento esta pesadilla que, por desgracia, muchos padecerán demasiado tiempo más. Lo mismo culpables que inocentes. Lo mismo los delincuentes cuyos castigos jamás serán suficientes para hacerles pagar por este acto, que los atrapados injustamente en esta red de oportunismo judicial.
Pero desde mi humilde posición de escritor que no ha dejado de impresionarse con el peligro, y con los desafueros de quienes aplican a su antojo la ley, doy votos porque este Bayamo bien amado despierte de la pesadilla social en la que desde hace varios meses permanece sumido.
Ernesto: esto es exactamente lo que nunca haría en periodismo:
1. Juguetear con sentimientos humanos a partir de sensacionalismos.
2.Convertir las sospechas en juicios de valor.
3. Escribir «Yo no puedo juzgar a profundidad» y luego poner a todo el universo en tela de juicio.
4. Escribir: «Yo no sé el alcance verdadero de sus responsabilidades, y me niego a emitir juicios demasiado categóricos que a la postre puedan resultar infundados», y asumir la defensa de quién no sabemos qué hizo o no, para armar una trama personal, con términos como «cruzada», «régimen de terror», «estrategias oportunistas».
5. Escribir «confieso que el entramado a analizar supera mi intelecto, y me declaro un espectador más sin el criterio solidificado», y luego hablar de «inestabilidad social», «ambiente pervertido de miedo», «clima de película surrealista donde todo es posible» y además presumir de honestidad
6. Decir que hablas «desde mi humilde posición de escritor», y luego hablar como el dueño de toda la verdad.
Evidentemente, saber escribir no hace a las personas éticamente responsables para ejercer esta profesión. Me entristece que hagas esta propaganda barata.
Paquito:
1. Me respondes directamente a mí, aunque no fui yo quien colgó este post en tu blog. Evidentemente fue un lector del mío. De cualquier manera te contesto yo ahora.
2. Después de leer algunos de tus posts, estoy seguro de que la respuesta que diste a este texto mío, no concuerda demasiado con tu personalidad. Un periodista que tiene la valentía de declararse comunista y gay, y de escribir las cosas que publicas en tu visitadísimo y original blog, no puede ser alguien ofensivo o excluyente.
2. Me dices un largo etcétera de cosas que tú no harías, o dirías. Lo agradezco. Pero sabes que el respeto a la verdad ajena, también es la paz. Y sé, después de mirar tus escritos, que eres un profesional (por suerte), con lecturas. Así que conocerás al Voltaire que decía: «Detesto lo que dices, pero moriría por defender tu derecho a decirlo».
Con esto, a donde pretendo llegar es a: es muy posible que tú nunca dirías tal o mascual cosa que yo sí afirmo. Pero eso no descalifica mis argumentos. Porque yo tampoco diría (ni en contenido ni forma) muchas cosas que tú pones en tus escritos, pero eso no los devalúa a mis ojos. Por ejemplo: yo no escribiría cosas como «Me entristece que hagas esta propaganda barata». Estarás de acuerdo conmigo en lo manida y poco elegante que es semejante expresión, y lo poco que argumenta tus puntos de vista.
3. Podría rebatir con mucho interés algunos de los puntos que señalas, pero prefiero decirte algo: en el tipo de país que yo construiría, quiero tener cerca a periodistas como tú. O mejor: a cubanos como tú. Que defienden con pasión aquello en lo que creen. Aunque no coincidan en muchísimas cosas conmigo.
Aquí te dejo el link a un post que se llama Mi Amigo el Enemigo, de mi blog, donde verás mi forma de pensar sobre lo que acabo de escribirte:
4. También te invito a polemizar conmigo en mi blog El Pequeño Hermano. Tú has oído de mí: yo soy el joven periodista bayamés a quien explulsaron por acceder a sitios web no autorizados. Si no confiaras en lo verídico de esto, estoy dispuesto a enviarte una copia de la resolución que me expulsaba, con estos argumentos.
Un abrazo de colega que, aunque difiere diametralmente de muchas de tus posturas, te respeta,
Ernesto Morales Licea.
Ernesto: me complace responderte ahora directamente. Yo sé que no fuiste tú quien trajo acá tu post, es una de las personas que se dedican al corte y pega de todo lo que sea crítico de la Revolución, práctica que agradezco, porque me mantiene informado de una parte de la realidad sin moverme de mi sitio.
Empiezo por lo más importante: creo que la decisión que tomaron contigo tal vez fue torpe y apresurada, así es como perdemos gente en lugar de sumarlas. Tenemos que aprender a lidiar con la diferencia y dar espacio para que jóvenes profesionales como tú no sientan frustración al llegar a nuestros medios.
Porque en definitiva, esos vientos trajeron estas tempestades en que estás ahora envuelto, aunque también debes explorar tu mismo cuál es la cuota de responsabilidad que te toca, y decidir cuándo, cómo y dónde podemos ser más útil: si contra la utopía, o hasta equivocándonos, pero a favor de ella. Solo te puedo decir algo: sé tú mismo. No te dejes manipular ni por un extremo, ni por el otro. No pierdas el afán de imparcialidad en tus análisis. Intenta ser justo, es la única manera de acercarse a la justicia.
Un abrazo para ti también, me gustaría tenerte a mi lado. Gracias por escribir.
Perdón, olvidé poner el link del que hablé anteriormente:
http://elpequenohermano.wordpress.com/2010/08/16/mi-amigo-el-enemigo/
Ya, ya lo había leído. Todos tus post andan desperdigados por acá. Es bueno eso, pero pregúntate también por qué, y quiénes son tus fervientes admiradores y qué los mueve. Prometo ir por tu blog cuando pueda, pero verás que mantener este solo me cuesta bastante tiempo. Saludos.
La familia de Héctor Iznaga vive al trozo. Su hija de 18 años iba a tener un bebé y se dieron cuenta que la casa resultaba pequeña. Manos a la obra. Sin permiso de ninguna institución estatal, reformaron el balcón de su piso pequeño de dos cuartos, y de prisa levantaron una nueva habitación.
Muchas familias del país actúan como los Iznaga. Hay zonas de la geografía habanera convertidos en verdaderos Frankesteín arquitectónicos. Muy distantes de su diseño original.
En Cuba el respeto a las reglas y directivas del Instituto de la Vivienda y de los arquitectos municipales no existe. Por lo general, la gente se limpia el trasero con las normativas de ordenamiento urbano.
Como si viviésemos en una selva africana. El irrespeto a las leyes de convivencia es típico en la isla. Personas como Héctor Iznaga llevan parte de razón. Su familia reside hace veinte años en un impresentable edificio de cinco pisos en el reparto Alamar, uno de las barriadas más grandes y horribles de La Habana.
Su mantenimiento, supuestamente, debiera correr a cargo del Estado. Pero sólo es en teoría. A ningún organismo oficial le interesa que los moradores del inmueble lleven meses cargando agua, porque la bomba está dañada.
Cuando llueve, los techos del edificio filtran hacia los pisos posteriores. Igual ocurre con los servicios sanitarios. Las escaleras están oscuras y sin pasamanos. El inmueble da asco. Sucio y desaliñado, pidiendo a gritos una mano de pintura.
Los vecinos se han quejado al delegado del Poder Popular de su circunscripción. Pero nada. La vida sigue igual. Entonces los moradores, ante tanta desidia estatal, hacen lo que les venga en gana.
A golpe de vista, se puede ver a cómo numerosas familias hacen adaptaciones sin permiso legal. Cambian las fachadas. Toman para sí espacios colectivos. Y sin ningún conocimiento constructivo, tiran abajo paredes de carga, poniendo en peligro su vida y la del resto de inquilinos.
Les ofreceré un dato. El 60 % de las viviendas en la ciudad de La Habana están en regular o mal estado. Por lo general, en una casa conviven hasta cuatro generaciones diferentes.
En el centro de la capital o barrios sumamente poblados como Luyanó, Lawton o la Víbora, hace decenas de años que no se reparan los edificios múltiples. Ni siquiera los pintan.
Quienes habitan en residencias y chalets, las remozan de acuerdo a sus posibilidades económicas. Es un sálvese quien pueda. Aunque el Estado ofrece muy poco, castiga duro las violaciones urbanísticas.
Según la prensa oficial, sólo en La Habana, en los primeros seis meses del año, se han impuesto más de 3,500 multas por ilegalidades constructivas en domicilios particulares. Las multas van desde 200 pesos (10 dólares) a 1,500 (60 dólares). A unas 500 familias les demolieron los arreglos realizados.
El problema de la vivienda es una de las asignaturas suspensas del gobierno de los hermanos Castro. El déficit habitacional es enorme. Se ha intentado aliviarlo con pequeños parches, como permitir a organismos o personas que construyan su propios hogares, pero el suministro de materiales es precario, amén de la mala calidad.
Por la ciudad pueden verse edificaciones que llevan 10 años o más en construcción. Y amenazan seguir demorando. Ante tanta necesidad, las familias se las apañan como puedan.
Lo mismo construyen una “barbacoa”, invento cien por ciento cubano, consistente en un entrepiso de madera o concreto dentro de la propia casa. Si después quieren ampliar la casa, si al lado tienen un terreno baldío, lo cogen y transforman su morada sin el consentimiento de las autoridades.
Todo vale para darle cabida a un pariente del campo o un bebé en camino. Como la familia Iznaga, que echó abajo su balcón y construyó una nueva habitación para el futuro nieto. Y han tenido suerte que no los han pillado los inspectores estatales. Por ahora.
Iván García
Iván por lo menos debiera dar crédito a la periodista que criticó esta situación en la «prensa oficial», y con la cual el pretende hacerse el preocupado. Ya ni siquiera utilizan historias propias, parece.
Hey, yo recuerdo un edificio de Alamar donde habían excavado y hecho una especie de piso subterráneo entre los pilotes.
100%: ¿Sería una cava para añejar el vino? 😉 No dudo nada, se ven «maravillas» en Alamar.
Con tantos sitios de interés que existen el la red de redes y miren la demanda que tiene este pajaro frustrado, que gasta baba hablando de derechos y el tiene internet 24 horas a su antojo, que el centro de su obra gira al rededor de plumas y ofender como lo enseño la revolucion un trabajo de un joven periodista como lo es Ernesto Morales y como dudo algún dia que en tu carrera de pajaro frustrado llegues a almacenar el contenido necesario de materia gris para redactar tal escrito, buffones como tu que no reconocen la grandeza de una Yoani Sanchez son los que de verdad son dignos que se visiten en si sitio, pero no http// sinó en su respectiva jaula en el zoo de 26, un ave exotica que se pasa la vida mezclando logros, frustraciones y prejuicios y todavia me pregunto como entran tantos lectores a este sitio, donde escribe un comunista-socialista-gaysta?? como te llamo, al final de tu comentario si es que te tomas el trabajo de responder me dices con toda honestidad … Que desayunaste, que almorzaste y que comiste ayer Lunes.
Vincenso: 🙂 gracias por tus encendidos elogios, solo te precisaría que me siento bastante realizado, tal vez un poquito más que tú que no puedas nada más que llevar prestado el apellido de la mafia, sin el poder del Corleone original. Eres un homófobo muy interesante, y me encanta tu confesión sobre lo que harías con las personas que no coinciden con tus posiciones políticas y presuntamente con tu orientación sexual: meterlos a una jaula. Eso revela la verdadera naturaleza de cierto pensamiento facistoide. Un beso para ti.
Castro: ‘Si alguien es responsable’ de la persecución a los homosexuales en los sesenta, ‘soy yo’
Martes 31 de Agosto de 2010 14:37 DDC
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Fidel Castro admitió ser el principal responsable de la persecución que sufrieron los homosexuales en Cuba durante la década de los sesenta, pero lo justificó diciendo que en ese momento estaba ocupado en la Crisis de los Misiles, «sabotajes» y «ataques» internos, y «atentados» contra su vida.
«Fueron momentos de una gran injusticia, ¡una gran injusticia!, la haya hecho quien sea», dijo Castro, en la segunda parte de una entrevista concedida al diario mexicano La Jornada, sobre el período en que centenares de homosexuales fueron enviados a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (campos de trabajo forzado) bajo la acusación de ser contrarrevolucionarios.
El ex gobernante no explicó, sin embargo, por qué la marginación de los homosexuales desde el gobierno ha continuado casi hasta el presente siglo. Partido Comunista de Cuba —del que aún es primer secretario— no explicita todavía en sus estatutos la prohibición de discriminar por orientación sexual.
Castro dijo que lo ocurrido en los sesenta se produjo como una reacción espontánea en las filas revolucionarias, que venía de las tradiciones, según La Jornada.
«Desde luego, personalmente, yo no tengo ese tipo de prejuicios», afirmó.
Preguntado sobre quién fue el responsable principal de que aquella situación no se detuviera, reconoció: «Si alguien es responsable, soy yo…», aunque «en esos momentos no me podía ocupar de ese asunto…», dijo.
«Me encontraba inmerso, principalmente, de la Crisis de Octubre, de la guerra, de las cuestiones políticas», se justificó.
«Nosotros no lo supimos valorar… sabotajes sistemáticos, ataques armados, se sucedían todo el tiempo: teníamos tantos y tan terribles problemas, problemas de vida o muerte, ¿sabes?, que no le prestamos suficiente atención», dijo.
«Mira, piensa tú cómo eran los días nuestros en aquellos primeros meses de la Revolución: la guerra con los yanquis, el asunto de las armas y, casi simultáneamente a ellos, los planes de atentados contra mi persona…», señaló a su entrevistadora, la periodista Carmen Lira.
Castro afirmó que los intentos de eliminarle influyeron tremendamente en él.
«No podía estar en ninguna parte, no tenía ni dónde vivir (…) Escapar a la CIA, que compraba tantos traidores, a veces entre la misma gente de uno, no era cosa sencilla; pero en fin, de todas maneras, si hay que asumir responsabilidad, asumo la mía. Yo no voy a echarle la culpa a otros», dijo.
Otra vez en el Acuario
Fidel Castro volvió a visitar el Acuario Nacional de Cuba este lunes, esta vez en compañía del periodista estadounidense Jeffrey Goldberg, quien se especializa en Oriente Medio, en particular en temas relacionados con Israel, informó la prensa oficial de la Isla.
Goldberg, quien escribe para la revista The Atlantic, entrevistó al ex gobernante el domingo último, según una nota publicada por el diario oficial Granma.
Castro ha citado al periodista en algunas de sus «reflexiones».
La visita al Acuario es la segunda que hace el ex gobernante desde que reinició, hace unos 45 días, sus primeras apariciones públicas, cuatro años después de dejar el poder por enfermedad.
Junto a sus acompañantes, entre quienes también estaba Julia Sweig, especialista del Consejo estadounidense para las Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), Castro asistió a un espectáculo con delfines.
Me parece muy honesta esa declaración de Fidel, ojalá que quienes sufrieron esa época lo tomen como una disculpa, y puedan seguir adelante con sus vidas. Afortunadamente, esa no fue ni es ya mi realidad, pero no dejo de solidarizarme con quienes pasaron por esos momentos tan difíciles.
Muy demagoga diria yo. Muchos anos despues en 1970-71-72 se expulso de las universidades a los homosexuales, solo por el hecho de serlo. Tampoco se dio por enterado, en ese momento no habia crisis de Octubre ni nada por el estilo. Las ordenanzas que prohibian a los homosexuales carrearas como medicina, abogacia y otras por el estilo son de esa epoca. Todavia muchos anos despues cuando Del Pino se le escapo a USA, su hijo fue detenido y durante el discuros para aclarar lo sucedio el vejete se refirio al hijo de Del Pino como homosexual durante su dircurso, con toda la intencion de degradar al padre a traves de la conducta de su hijo. ES lamentable que los periodistas que hacen estas entrevistas no tengan la agudeza de hacerle preguntas incomodas al vejestorio.
Chica: tú si eres genial, claro. Los prejuicios nos acompañan a todos, yo también tengo algunos, y seguro tú también.
Fragmento de un discurso de noskagamus en el año 63 refiriendose a los homosexuales
“Entonces, mucha de esa gente están en esos sitios: en los billares, en las esquinas, en los bares; quedan muchas cosas. Pero hay que estudiarlas, hay que estudiarlas. Lo importante es el principio, el principio de que no podemos permitirles aspirar a vagos.
(DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Los flojos de pierna, Fidel!”, “¡los homosexuales!”)
¡Un momento! Es que ustedes no me han dejado completar la idea (RISAS y APLAUSOS). Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.
Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS). La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.
¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! “Arbol que creció torcido…”, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!
Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente.
Estoy seguro de que independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de ambiente, mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el “pitusa” (RISAS).
¿Y qué opinan ustedes, compañeros y compañeras? ¿Qué opina nuestra juventud fuerte, entusiasta, enérgica, optimista, que lucha por un porvenir, dispuesta a trabajar por ese porvenir y a morir por ese porvenir? ¿Qué opina de todas esas lacras? (EXCLAMACIONES.)
Ibérico: era pura ignorancia, fíjate que lo reconoce en algún momento. Incluso, deja entrever que había otras posiciones desde la medicina. Al fin y al cabo, eso fue mucho antes de Stonewall Inn, la represión de una semana en Estados Unidos.
Pero como ignorancia, no me vengas con cuentos. Ignorancia, si lo hubiera dicho un campesino analfabeto si pudiera ser cierto; pero que el comentario venga nada menos que de un ministro. Pero tu eres ciego o no te das cuenta que utiliza la demagogia y la ignorancia del pueblo para asusar a esas personas y a las organizaciones contra los homosexuales. Si el era ignorante en ese topico, entocnes porque no admitir que ha sido un ignorante en cada uno de los fracasos economicos ( que son muchisimo) que han llevado a Cuba a la indigencia de recursos que hoy tiene. Es un oportunista, ahorita diche que se arrepiente de haber mantenido a los cubanos sin derecho de viajar por medio siglo.
Chica: la pasión te ciega, y te puede envenenar. Calma, generosidad.
CULPABLE SOY YO. ME SALIO DEL TUBO
Fidel Castro ruz
Ibérico, la botó con esa….
Podrías traer la entrevista?
Cuabana, aqui la tienes. Que asco de gente. ¿Quién tendrá el valor de procesar judicialmente a ese hombre y fusilarlo como se merece?
Nada, ya me estoy calentando la cabeza, aqui te la dejo completica.
http://www.cubadebate.cu/especiales/2010/08/31/entrevista-de-la-jornada-con-fidel-castro-segunda-parte/
Ibérico: míralo desde el lado positivo, lo que puede hacer esa declaración para sanar las heridas ¿por qué siempre piensas en la revancha?
Ibérico: Lo interpreto de una manera completamente contraria: me parece una posición muy honesta y necesaria, pero creo que escribiré sobre eso.
paquito,me pareces que tienes el sindrome de estocolmo,…adoras a tus verdugos
ramonp: solo intento convertir los errores pasados en algo útil para hoy y mañana.
A ver Paquito, ahora que el innombrable se asume como Homofóbico en Jefe, ¿Lo sigues queriendo tanto?
Ya Paquito dijo lo que piensa más arriba: «Eres un homófobo muy interesante, y me encanta tu confesión sobre lo que harías con las personas que no coinciden con tus posiciones políticas y presuntamente con tu orientación sexual: meterlos a una jaula. Eso revela la verdadera naturaleza de cierto pensamiento facistoide.»
O sea, el pensamiento de Fidel Castro es fascistóide.
Al contrario, Fidel reconoció que fue una injusticia, y hace 40 años o más, cuando la homosexualidad apenas era aceptada en el mundo. Ahora es que no se justifica.
Y Ochoa reconoció que se equivocó y lo fusilaron.
¿Van a meter preso a Fidel por homofóbico?
100%: supongo que no actuar ante determinados prejuicios, no es un delito, de lo contrario todos podríamos estar en la cárcel.
Es cierto que hace 50 años la homosexualidad no era acpetada en el mundo como ahora, pero en esa época, ¿Cuántos y cuáles países tuvieron políticas de persecución contra los homosexuales?
100%: Ya les conté que la tan mentada rebelión de Stonewall en Estados Unidos, por ejemplo, ocurrió en 1969, después incluso de los malhadados campamentos de apoyo a la producción en Cuba.
100%: Creo que hizo ahora lo que debía, y eso es admirable. Además de que puede ser muy bueno para los que hoy intentamos superar esa historia.
Ah, yo creía que quien metía en la cárcel a los otros por discrepar en política o por tener otra tendencia sexual era un fascista (según lo que tú dijiste), pero ahora entiendo que depende del caso. Muy inteligente de tu parte.
No depende del caso: es que no hay caso. En eso no vamos a estar de acuerdo nunca, así que ¿lo dejamos?
Si tan arrepentido estaba, porque debio esperar 45 anos para arrepentirse. Lo mas importante del caso, es porque esos peridistas cubanos que son tan agudos , nunca le han hecho la incomoda pregunta. Ah debio ser un periodista extranjero, porque claro los periodistas cubanos son de 2da y 3r categoria.
Chica: si yo hubiera entrevistado a Fidel, tal vez le hubiera preguntado al respecto. Pero yo soy de cuarta categoría 😉
Paquito piensa esto, que te hubiera sucedido a ti si hubieras nacido 20 anos antes. Primero , no hubieras podido ser periodistas, y si lo hubieras logrado hubieras tenido que estar dentro del closet, sino dentro de un bunker. Imaginate que tu hubieras ido a parar a uno de esos campos de concentracion donde quemaban la cana e inmediatamente obligaban a los mariconcitos como decian ellos a cortarla, asi con la tierra aun caliente ah iy recuerda en esos campos no habian solo homoxesuales, otros que abundaron fueron los testigos de jehova. Se disculpara tambien el comandante de haber vejado y abusado hasta al infiinito a los miembros de esa secta. Quiien le hara la pregunta? Que periodsta cubano se atrevera a hacersela antes de qu estire la pata. Ah y sobre todo, la libertar que tu tienes de proclamar, o mejor dicho no proclamar que no es la palabra correcta, sino, de admitir que tu eres homosexual no se la debes a la revolucion, no senor, se la debes a los homosecuales de USA y Europa que supieron dar la cara para conquistar los derechos que ellos tienen y que Cuba no ha tenido mas remedio que dar a reganadientes por cierto. En Cuba todo, todito ha venido de fuera, los hombres con el pelo largo, los pantaloncitos apretados como dice el vejete, la minifalda, la revoolucion sexual. Nada, absolutamente nada ha nacido por espontaneidad en esa isla que es mal llamada la isla de la libertad. Verdad que es risible la libertad del cubano?
Chica: he pensado mucho en ese supuesto que tú me dices, y creo que habría sufrido mucho, tal vez no lo hubiera superado, y me habría convertido en un obsecado crítico de la Revolución, o habría entendido la complejidad de aquel momento, y habría seguido adelante, sin hacer de mi caso particular una generalización sobre todo un proceso mucho más abarcador. Pero afortunadamente, no tuve que pasar por esa experiencia, y me concentro ahora en dar mi modesto aporte para que sigamos tumbando prejuicios, estigmas y discriminaciones. Ah, en Cuba hay algo que no vino de afuera: la Revolución.
O sea, que hasta para declararte oficialmente maricón tú esperaste el visto bueno del Gobierno.
100%: Sí, niña, me dieron un certificado de homosexual declarado con membrete oficial y todo ¿no lo sabías?
Facil decir que ‘habria seguido adelante sin hacer de mi caso una generalizacion del proceso……» cuando no fuiste tu quien sufrio las vejaciones en la UMAP, cuando no fuiste tu quien no pudo hacerse universitario gracias a la politica de la revolucion, cuando no fuiste tu al que expulsaron en 3r año de la carrera porque te sorprendieron en actitudes homosexuales, cuando no fuiste tu quien dejaste de ver a tus padres, hermanos y amigos puesno te quedo otra que marcharte al exilio mientras las turbas te gritaban Maricon y demas ofensas delante de ellos, sin que pudieran mover un dedo para defenderte… ..y ahora es mejor ‘pasar la pagina’ .. todos los que sufrieron que pasen la pagina.. ni merecen una disculpa.
Aqui tienes algo del periodico JR de 1968..
Haz clic para acceder a JRebelde_12_oct_68.pdf
Aqui algo mas oficial, sobre la ‘moral socialista».. mira las paginas 7 y 8..
Haz clic para acceder a Moral_Socialista.pdf
Aqui lo que publico Ariel Prieto Morales (padre del Actual Ministro del mismo nombre) en 1969, en Bohemia
Haz clic para acceder a Prieto-Morales.pdf
Aqui lo que publico Alma Mater en el 1965
Haz clic para acceder a AM-NuestraOpinion-65.pdf
Aqui lo que publico la revista Mella de 1965
Haz clic para acceder a MELLA-florito-65.pdf
Entonces, sabia o no sabia?.. era una linea oficial del gobierno o fue que el ‘caballerito’ no pudo prestarle atencion por estar en otros menesteres mas importantes?
elcua: no me es fácil decir eso, claro que no. Y me parece que no debieron ocurrir tales cosas, pero por fortuna, esa no es mi experiencia ni la de muchos más que tratamos de que aquello sea superado e incluso, con un mayor alcance en derechos y libertades de las que podían aspirarse en aquella época ya vencida. Te agradezco los enlaces, me son muy útiles.
Jajjajaja, con tu historia vuelvo a 3er grado. A pesar de la diferencia de edad los mismos juegos continúan. Gracias por la pizca de inocencia del día.
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Excelente historia, muy bien contada
Lau: ¿Te parece, de veras? Gracias.